Circula en redes sociales un video de un famoso empresario mexicano afirmando que la educación universitaria no está hecha para producir, ni para generar riqueza a los consumidores y a los inversionistas, además de provocar que personas con maestría y doctorado se frustren con sueldos bajos de 50 mil pesos. Vale la pena reflexionar sobre tal comentario.
1.- Es un hecho que las universidades nunca han “garantizado” riqueza a sus egresados. Las casas de estudio tienen como función transmitir un conocimiento y procurar el aprendizaje de aptitudes, actitudes y valores a sus alumnos.
2.- Hay un tema de vocación, en donde no todos quieren ser emprendedores, aunque el mencionado hombre de negocio esté muy satisfecho con su actividad. En una sociedad se requiere de esa variedad de propósitos.
Sin embargo, es rescatable la idea de que la vocación debería confrontarse con información sobre la empleabilidad y los ingresos esperados, precisamente para evitar frustración en los egresados.
3.- El emprender tampoco es un sinónimo de éxito económico. Existen muchas compañías que quiebran y en ocasiones es porque a los líderes les faltó una preparación básica que pudieron haber recibido en una institución educativa. Por su parte, algunos programas incentivan y capacitan para llevar a cabo negocios.
4.- Las nuevas generaciones han cambiado el ambiente en las compañías. Ahora se da más importancia al “hacer lo que te gusta”. Incluso, las empresas modernas buscan que los empleados sean felices, esperando productividad y menor rotación.
5.- Una realidad es que las universidades, en general, han sido incapaces de responder al reto y es necesario que una buena porción del aprendizaje sea autodidacta o con base en la experiencia.
La transformación es enorme y rápida. La pandemia hizo valorar el trabajo remoto; el avance tecnológico y en las comunicaciones ha creado nuevas maneras de interactuar entre los grupos laborales; y la inteligencia artificial amenaza con sacar más actividades del mercado. Todo esto afecta la decisión y son elementos para sopesar las vocaciones.
6.- Un punto esencial es dejar las “etiquetas” atrás. las empresas están dispuestas a pagar el precio de la capacitación, mientras exista una actitud adecuada y pasión por lo que se hace. Cuatro o cinco años en una carrera está lejos de definirte por el resto de tu vida.
Queda claro que la elección de la preparación académica es fundamental y sería un error llegar a conclusiones reduccionistas de si conviene o no estudiar. Hay otros cuestionamientos que deben ser confrontados con los objetivos y metas personales de cada uno.
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