El título de esta columna es el mismo de un reportaje publicado en el New York Times, en el cual se valora el costo de las universidades en función de su rentabilidad futura. Esto me recuerda el comentario de un profesionista con maestría en el extranjero que me decía estar molesto porque su hermana con “apenas” dos años de preparación ganaba más dinero en su estética. ¿Sólo es la vocación lo que debemos considerar al elegir los estudios?
Pongamos en contexto el artículo mencionado, pues en el vecino país del norte se sufre una crisis con la educación universitaria, que en su mayor parte es pagada por los mismos estudiantes a través de créditos. Y el cuestionamiento es válido en términos de si conviene endeudarse para ello; sin embargo, los resultados son muy relevantes para reflexionar en Latinoamérica.
Señala que casi dos tercios de los 26 mil programas de licenciatura de la investigación permitieron a la mayoría de sus exalumnos ganar suficiente dinero para recuperar sus costos en 10 años o menos, después de su salida.
Según el estudio, los campos mejor remunerados, como la ingeniería o la atención médica, tienden a conducir a un impulso económico más rápido en comparación con las artes, la religión o la biología. También es interesante que los programas en instituciones públicas generaban la mayor probabilidad de que pudieran recobrar su inversión en un plazo de cinco a 10 años. Así, las universidades con fines de lucro son las menos propensas a un buen retorno de la inversión a sus graduados.
Entonces, la pregunta es en dónde y qué área estudiar en países como México. Es obvio que la respuesta está en cada una de las personas, porque en definitiva la vocación es un factor esencial; empero, de nada sirve que “nos guste” si hay frustración cuando no se obtiene un nivel salarial digno para mantener una familia.
Estoy convencido de que debe introducirse a la toma de decisión un análisis de empleabilidad y de viabilidad financiera, al menos para saber a qué se le está “apostando”. De ahí surgirán ideas de especialización u orientación laboral.
Uno puede estudiar lo que se le venga en gana y el mercado determinará su valor, dependiendo de la utilidad “percibida” por la sociedad. En este sentido, hay mucho de creatividad de cómo se van dirigiendo las vocaciones para tener ambos mundos: “hacer lo que me gusta y ser bien pagado”. La tarea es no dejarlo a la suerte y que los jóvenes hagan un plan de carrera en donde incluyan la perspectiva económica.
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